Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la templanza es la virtud que modera y ordena la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la VOLUNTAD sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.
La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas. Hace que frenemos las pasiones bajas. Con la ayuda de este fruto, logramos vencer la gula (pecado capital).
Tenias conocimiento de esto?
Sabías que al “frenar” esos deseos de “mas”, no sólo luchabas tu sino que también el Espíritu Santo estaba ayudándote?
La persona que tiene en su alma la virtud de la templanza, orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar ‘para seguir la pasión de su corazón’. Cuando somos dueños de nuestros actos, ninguna tormenta podrá doblegar nuestros ideales, podemos alcanzar cualquier meta, actuamos como verdaderos seres racionales que ordenan sus pasiones hacia el único fin de ser felices. La falta de templanza genera vicios, entre los cuales se distinguen los pecados capitales.
En catholic.net encontramos que:
-La templanza se apoya en la humildad, la sobriedad, mansedumbre y la castidad, virtudes necesarias para imitar a Jesús. La humildad que le ayuda a reconocer sus propias insuficiencias y cualidades; la sobriedad que le ayuda a distinguir entre lo que es razonable y lo que es inmoderado y le ayuda a utilizar adecuadamente sus sentidos, sus esfuerzos, su dinero, etc. de acuerdo a criterios rectos y verdaderos; la castidad que le ayuda a reconocer el valor de su intimidad y a respetarse a sí mismo y a los demás; la mansedumbre que le ayuda a vencer la ira y a soportar molestias con serenidad.-
Vivir plenamente esta virtud se basa en esforzarnos diariamente por ser mejor, siempre siendo dueños de uno mismo y nuestras acciones, ser fuertes y no ceder ante los gustos, deseos o caprichos que puedan enojar a Dios, manteniendo una actitud congruente con lo que pienso y creo; pero sobretodo, conocerme y conocer mis propias debilidades, evitando esas circunstancias que puedan hacerme caer, esas situaciones que pongan en peligro mi voluntad.
“Por eso, he vuelto tu cara tan dura como la de ellos, y tu frente tan dura como la de ellos. Haré de tu frente un diamante, más duro que la roca; no les temerás, no tendrás miedo de ellos, porque son sólo una raza de rebeldes.»”
(Ezequiel 3, 8-9)
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@aniramos16
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