jueves, 20 de marzo de 2014

No temas – 20 marzo.

La última de las tres recomendaciones de la Iglesia para este tiempo de Cuaresma es el Ayuno.

Cuando se habla de ayuno muchos piensan que es experiencia no grata, donde debes “pasar hambre” y ya; cuando en realidad, quien decide si la experiencia será agradable o no eres tú y la manera en que la vivas. Pues el ayuno representa una ofrenda a Dios, en la cual nos desprendemos de un poco de alimento para enfatizar el hecho de que “no sólo del pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”… Es como decirle “Hey! yo sé que necesito comer, pero hoy puedo comer menos por TI Señor, para ayudar a que los que no tienen nada puedan comer un poco”. Si lo ves?

El ayuno no es sólo una ofrenda a Dios sino también a nuestros hermanos más necesitados… Ni tú ni yo sabemos que hace Dios con esa ofrenda, pero ¿y si de alguna manera les provee alimento a los que no tienen con ella?
Sería excelente confiar en que así es, aunque también nosotros podemos hacer que eso pase, siendo más generosos y caritativos con nuestros hermanos necesitados. No por nada durante la Cuaresma, la Iglesia se avoca a desarrollar la campaña “Compartir”, la cual busca combatir el problema del hambre en el mundo.
El Papa Francisco hizo un llamado este año a las distintas arquidiócesis para que a través de la campaña “Compartir”, desarrollaran proyectos destinados a solucionar el problema de la desnutrición.

Cristo ayunó para darnos ejemplo. Ayunamos como sacrificio ofrecido a Dios y para ganar domino sobre las pasiones y las tendencias de la carne. Con el ayuno nos ejercitarnos. Nos recordamos de los que pasan hambre y nos hacemos solidarios.

Pero ayunar no sólo se refiere a privarnos del alimento, sino que también podemos ayunar de caprichos, deseos o hábitos que al dejarlos durante algún tiempo podamos dedicar más tiempo a la oración y el servicio a Dios. Abstenerse de algo que nos gusta para ofrecérselo a Dios como sacrificio de amor, para demostrarle que Él vale más para nosotros que todo aquello.

También es bien recibido por Él, el ayuno y abstinencia de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad ante las miserias del prójimo.

Lo importante en el ayuno no es lo que dejas de comer, es el amor con el que entregas a Dios ese sacrificio, lo que importa en la abstinencia no es lo que estás dejando de hacer, sino que inviertas ese tiempo en estar con Dios, en acercarte a Él. El objetivo del ayuno y la abstinencia debe ser el hecho de que te estás desprendiendo de algo, de una parte de tu vida diaria por decirlo de algún modo, para agradar a Dios y demostrarle que Él es todo lo que necesitas para ser feliz.
“El ángel de Dios le dijo entonces: «Toma la carne y los panes sin levadura, deposítalos en esa roca y derrama el caldo». Y así lo hizo. Entonces el ángel de Yavé extendió su bastón y con la punta tocó la carne y los panes sin levadura: salió fuego de la roca y consumió la carne y los panes sin levadura; el ángel de Yavé mientras tanto había desaparecido de su vista. Gedeón comprendió que era el ángel de Yavé y dijo: «¡Ay de mí, señor Yavé, porque realmente vi al Angel de Yavé cara a cara!» Pero Yavé le dijo: «No tengas miedo, porque no morirás».”
(Jueces 6 20,23)



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Por: Analicia Ramos
Venezuela
@aniramos16

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