lunes, 17 de marzo de 2014

No temas - 17 marzo.

En la Cuaresma la Iglesia nos hace una recomendación para ayudarnos a vivir plenamente este tiempo, nos llama a orar, ayunar y a dar limosna.
Esto último no es visto de buena manera por muchos, incluso otros piensan en ella como algo humillante, poco o “las sobras”, cuando nada puede estar más lejos de su verdadero significado.

Los cristianos llamamos "limosna" al compartir con los más pobres nuestros bienes. La limosna representa una obra de bien o de alivio a los pobres; que puede ser realizada con aportes monetarios u otros elementos como ropa, comida, medicinas, etc.

Pero algo muy importante es que no debe ser un aporte de lo que sobra sino un acto de amor hecho de corazón, un compartir que nos mueve a renuncia y al sacrificio, pues nuestra vida debe convertirse en una dádiva de amor en imitación a Cristo, el cual aprobó la práctica de las limosnas y planteó la generosidad hacia los pobres, pero enseñó que no se debía realizar por motivos egoístas o hipócritas (Mt. 6, 2-4).

Por eso, cuando queramos dar limosna debemos recordar que debe ser por amor y no interesada, es decir, que con ella no buscamos satisfacción humana, sino que la hacemos por amor a Dios y al prójimo, el cual debemos tratar con respeto y nunca de manera humillante, pues son nuestros hermanos en Cristo.

La limosna debe ser dada con alegría, porque Dios quiere al que da alegremente. «la limosna beneficia más al que la da que al que la recibe». Pero sin proclamar a los cuatro vientos tu obra, pues quien debe ser enaltecido con ella es Dios, no tu.
Pero no sólo puede ser material, muchas veces es mejor enseñar a pescar que dar pescado, si está en nuestras manos podemos ofrecer trabajo, educación, etc. La limosna tiene que ir más allá: prestar ayuda a quien necesita, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que nos lo pide, compartir alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. La limosna es esa disponibilidad a compartir todo, la prontitud a darse a sí mismos.

A través de la limosna acrecentamos en nuestro corazón la caridad, y la caridad es una manera de amar. Por lo tanto, a través de la limosna les mostramos a nuestros hermanos más necesitados nuestro amor y compasión en momentos de angustia. La limosna nos hace reflejo del amor de Dios para otros.

“Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aún cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna”.
(San Agustín)

Todos estamos llamados a la caridad, ricos y pobres. Cada uno según sus posibilidades, pues Dios mira el corazón.

“Porque si vives conforme a la verdad, te irá bien en todas tus obras como a todos los que practican la justicia. Da la limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del pobre y el Señor no apartará su rostro de ti. Da limosna según la medida de tus posibilidades: si tienes poco, no temas dar de lo poco que tienes. Así acumularás un buen tesoro para el día de la necesidad. Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas: la limosna es, para todos los que la hacen, una ofrenda valiosa a los ojos del Altísimo.”

(Tobías 4, 6-11)

Referencias bibliográficas:








Por: Analicia Ramos
Venezuela

@aniramos16

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