A veces cuando sentimos que hemos ofendido a Dios, que hemos pecado, nos da por alejarnos de Él. Pensamos que está enojado con nosotros y no merecemos estar cerca...
Pero, pensamos eso porque como humanos haríamos eso. Si sabemos de alguien que está molesto con nosotros porque le ofendimos, casi siempre lo evitamos... Hasta el día en que pedimos disculpas.
Con Dios es diferente... El es de los que así le ofendas sigue junto a ti, diciéndote que no lo debiste hacer pero que no se apartará de ti por eso ni nada.
El te brinda todos los días el perdón, pero lograras encontrarlo el día que TU decidas buscarlo! El día que rompas la barrera de tu vergüenza y aceptes que hiciste mal... El día que te acerques al confesionario verdaderamente arrepentido.
El día que sea, El va a estar esperándote.
Somos conscientes de que Dios haría eso no?
Pero es como si fuéramos de la mano con Jesús. Cuando pecamos El sigue sosteniéndola, pero nosotros decidimos soltarnos porque sentimos que no merecemos ir junto a Él, y aunque El no quiere soltarte, lo acepta porque te ha dado libertad.
De igual forma se queda ahí, caminando cerca, esperando que tu decidas perdonarte y regreses a Él.
Porque es que en realidad lo que nos impide regresar no es Dios. . Somos nosotros.
Primero debemos perdonarnos para poder sentir el perdón de Dios.
En la cita de hoy, hice una especie de analogía... La mujer de la que se habla sería Dios, cuidando de nosotros y diciéndonos, cada vez que nos sentimos mal a causa del pecado: "Ven, no tengas miedo."
Y la manta en mi opinión es el perdón, la protección de Dios y su inmenso amor.
No temas regresar a Dios, El no ve en ti el pecado y te lo lanza en la cara para que te sientas miserable... Ve el arrepentimiento y le brinda paz a tu mente y corazón para que te sientas amado por El.
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