martes, 6 de mayo de 2014

No temas - 5 mayo.

La reflexión de hoy se basa en esas decisiones que tomamos y cuyos resultados no son los que esperábamos. Esas situaciones inesperadas nos ayudan a crecer como individuos, como personas, pues al darnos cuenta de que las cosas no son como pensamos, nos encontramos con una "caída" o un "fracaso".
Pero, nos hemos detenido a pensar si ese "fracaso" ha dependido enteramente de nosotros?
Los errores son válidos, al cometerlos nos dan la oportunidad de decidir mejorar con la experiencia del error o quedarnos simplemente pensando en "que hubiese pasado si"

Ante todo esto, también es oportuno pensar como cristianos, como hijos de Dios... Porque Él lo conoce todo, y quizás algunas de esas situaciones que no salieron como queríamos eran porque así debían ser. Dios utiliza muchas veces lo que nosotros consideramos "caídas" o "fracasos" para enseñarnos a ser mejor, para darnos una lección de vida.
Si Dios, que es nuestro Padre que nos ama y lo conoce todo, nos da la libertad de decidir en innumerables ocasiones, pero siempre haciendo que salgamos victoriosos en todas esas decisiones gracias a Él y su poder, no deberíamos entonces también agradecer de igual forma esas veces que nos permite equivocarnos o caer? El único objetivo de todo ello es que aprendamos, que nos demos cuenta nosotros mismos de nuestros errores, de lo que estamos haciendo mal y que volvamos a Él sabiendo que a pesar de los errores, continua con los brazos abiertos para recibirnos y reconfortarnos.
"Innumerables son estos testigos que nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera, fijos los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. 
Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas ni el ánimo. Ustedes se enfrentan con el mal, pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre. Tal vez hayan olvidado la palabra de consuelo que la sabiduría les dirige como a hijos: Hijo, no te pongas triste porque el Señor te corrige, no te desanimes cuando te reprenda; pues el Señor corrige al que ama y castiga al que recibe como hijo.  
Ustedes sufren, pero es para su bien, y Dios los trata como a hijos: ¿a qué hijo no lo corrige su padre? Si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serían bastardos y no hijos. Además, cuando nuestros padres según la carne nos corregían, los respetábamos. ¿No deberíamos someternos con mayor razón al Padre de los espíritus para tener vida? Nuestros padres nos corregían sin ver más allá de la vida presente, tan corta, mientras que El mira a lo que nos ayudará a participar de su propia santidad.
Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien duele; pero con el tiempo, si nos dejamos instruir, traerá frutos de paz y de santidad. Por lo tanto, levanten las manos caídas y fortalezcan las rodillas que tiemblan, enderecen los caminos tortuosos por donde han de pasar, para que el cojo no se desencamine y más bien se mejore. Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor. Cuídense, no sea que alguno de ustedes pierda la gracia de Dios y alguna raíz amarga produzca brotes, perjudicando a muchos."
(Hebreos 12, 1-15)




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